El Personalismo.
Surge en Europa de entre guerras con el objetivo de ofrecer una alternativa a las dos corrientes socio-culturales dominantes del momento: el individualismo y el colectivismo. Frente al primero, que exaltaba a un individuo autónomo y egocéntrico, remarcó la necesidad de la relación interpersonal y de la solidaridad; y frente al segundo, que supeditaba el valor de la persona a su adhesión a proyectos colectivos como el triunfo de una raza o la revolución, el valor absoluto de cada persona independientemente de sus cualidades.El punto central giraba en torno a un renovado concepto de persona que asumía la larga tradición que se remonta a la aparición del cristianismo pero modificada y actualizada por la asunción de muchos elementos de la filosofía moderna y por un repensamiento del mensaje antropológico cristiano.
Uno de sus fundadores fue Emmanuel Mounier quien fue capaz de agrupar a numerosos intelectuales en este proyecto innovador y especificó las claves filosóficas fundamentales que debían regir la filosofía personalista.
Representantes:
En Francia destacan Jacques Maritain, Gabriel Marcel o Maurice Nédoncelle. En Alemania el grupo de fenomenólogos realistas -con nombres como Scheler, von Hildebrand, Edith Stein-, Romano Guardini y la filosofía del diálogo o personalismo dialógico, ligada al judaísmo y representada principalmente por Buber, Ebner, Roszenweig y Lévinas. En Polonia destaca Karol Wojtyla, líder de la Escuela de Lublin.
En España Zubiri y Julián Marías; en Italia, Luigi Stefanini y Luigi Pareyson, etc. La aportación filosófica de este impresionante conjunto de personalidades, a las que se podrían añadir muchas otras, contribuyó de forma decisiva a transformar el movimiento personalista en una filosofía poderosa, creativa y con mucha potencialidad.
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